Cultura

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Antecedentes

Para comprender la situación actual de las políticas públicas con respecto al ámbito de la cultura, es preciso hacer un recorrido por la manera en que se ha contemplado este asunto en la historia de la formación y consolidación del Estado mexicano. A continuación se presenta una breve revisión de las políticas culturales durante distintas etapas de la historia de México. Lejos de intentar hacer un estudio exhaustivo al respecto, lo que se pretende aquí es dar un panorama general del imaginario social sobre el que se fueron construyendo los diferentes discursos de formación de la nación.

La concepción de cultura ha tenido diversos giros en la historia de México, siempre situados en el contexto de la discusión internacional. No es lo mismo hablar de la cultura desde el punto de vista científico, que contempla el universo simbólico y de prácticas humanas, que hacerlo desde el que la sociedad, sujeta a las redes de poder, adopta en un momento histórico dado.

El siglo XIX: lo culto vs. lo indígena

Durante el siglo XIX la concepción prevaleciente se relacionabacon “lo culto”: la cultura era un bien que se adquiría a través de la educación y se relacionaba con una serie de prácticas y saberes reconocidos por una élite. Se adoptó el mestizaje como símbolo de identidad.[1] Lo culto se distinguía por la herencia española en los rasgos físicos, la vestimenta, la religión, entre otras características, y una herencia del “indio muerto”, que se asociaba a lo culinario, el arraigo al campo, la vestimenta folklórica.  En este sentido, la cultura se acumulaba y se enriquecía como cualquier otro bien.

La sociedad se dividía entre quienes eran poseedores de cultura (los mestizos, blancos, hacendados) y quienes carecían de ella (los indios, morenos, trabajadores de la hacienda). Ante esta dualidad entre los que poseían y los que no poseían cultura, el Estado decidió fundar instituciones que permitieran que los unos conservaran y enriquecieran su capital cultural y los otros lo adquiriesen.

Como se puede observar en el cuadro 1, a lo largo de los diferentes gobiernos, con distintas tendencias políticas, había una visión común de la cultura:

- la unificación nacional, a través de los símbolos compartidos, traducida en la creación de instituciones para albergar piezas arqueológicas y de importancia histórica;

- la fundación de instituciones para la promoción del “arte culto” (la música y la literatura, entre otras manifestaciones artísticas); y,

- la promoción de la “educación pública laica y científica”, asociada a la idea de progreso que empapaba el pensamiento de la época en el mundo, y su influencia en México.

En 1905, durante el régimen de Porfirio Díaz, se creó la Secretaría de Instrucción Pública,  que se encargaba de regular el funcionamiento del Museo de Arqueología e Historia, el Conservatorio Nacional, la Escuela de Arte Teatral, la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional y la Inspección General de Monumentos.[2] Asimismo, en 1910 se comenzó a construir el Palacio de Bellas Artes. El proyecto liberal se pospuso con la llegada de la Revolución Mexicana.

Cuadro 1

Fecha

Institución cultural y funciones

1808

Junta de antigüedades: preservación de hallazgos arqueológicos.

1822

Creación del conservatorio y gabinete de historia natural por instrucciones de Agustín de Iturbide.

1824

Artículo 50 de la Constitución: “promover la ilustración asegurando por tiempo ilimitado derechos exclusivos a los autores por sus respectivas obras”.

1825

Museo Mexicano: que contiene el Calendario Azteca y la Coatlicue.

Guadalupe Victoria emite una ley que prohíbe la salida de antigüedades y protege zonas y monumentos arqueológicos históricos y artísticos.

1844

Teatro Nacional (hoy en su sitio se encuentra el Palacio de Bellas Artes).

1865

Maximiliano Habsburgo crea por decreto el Museo Nacional con colecciones de arqueología, historia e historia natural (hoy, Museo de las Culturas).

1867

Ley Orgánica de Instrucción Pública (educación laica y científica).

1869

Se publica la Revista Renacimiento (agrupa y articula los más destacados literatos e intelectuales de la época con el objetivo de renovar las letras nacionales).

1877

Sociedad Filarmónica (con el tiempo se convierte en Conservatorio Nacional).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Luis Felipe Crespo Oviedo, “Políticas culturales. Viejas tareas, nuevos paradigmas”, en Memoria. Revista mensual de política y cultura, 158, abril de 2002. www.memoria.com.mx/158/Crespo.htm  (enero 3, 2006) y Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), “Desarrollo histórico de la política gubernamental”, en Sistema Nacional de Cultura. Informe de México, www.campus-oei.org/cultura/mexico/c2.htm (enero 3, de 2006).

 

La revolución: el nacionalismo como política cultural o la cultura como nacionalismo

Se puede decir que la revolución sacudió las ideas descritas arriba y refrescó la visión sobre la cultura, el patrimonio y las políticas públicas.

En la Constitución de 1917 la cultura apareció por primera vez en el Artículo 3º:

II. El criterio que orientará la educación se basará en el progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, la servidumbre, los fanatismos y los perjuicios.

Además:

a)        Será democrático considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.

b)       Será nacional, en cuanto –sin hostilidad ni exclusividad- atenderá la comprensión de nuestros problemas al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de nuestra independencia política, al aseguramiento de nuestra independencia económica y a la continuidad y acercamiento a nuestra cultura.[3]

Si se analizan con atención las frases “mejoramiento cultural del pueblo” y “continuidad y acercamiento a nuestra cultura”, que son las únicas menciones de la palabra cultura en la Constitución original de 1917, debe quedar claro que la cultura y el discurso nacionalista iban de la mano. La modernización seguía siendo un asunto de vital relevancia para la constitución del Estado, pero ahora con un enfoque que intentaba incluir a toda la población en el discurso nacional.

Para que este nacionalismo fuera convincente y tuviera una base popular sustentable, había que incluir a los que habían estado fuera de la historia. Se reivindicó, así, a los grupos indígenas y campesinos que antes habían permanecido en el lugar de ausentes o, en el mejor de los casos, de ignorantes. De esta manera se revaloró el contenido de “mestizaje”; ahora lo indio se ponía en el centro, aunque siempre como discurso sobre el pasado. Es importante diferenciar entre lo mestizo que resaltaba el pasado español (en el siglo XIX), y el otro mestizaje, que exaltaba lo indio, moreno y campesino.

Durante la primera etapa de la revolución, la política cultural se equiparaba a la política educativa (no en vano, la cultura aparece mencionada en el artículo de la Constitución que habla sobre la educación), porque había que alfabetizar a la mayoría de la población que permanecía iletrada. En 1921 Álvaro Obregón creó la Secretaría de Educación Pública encabezada por José Vasconcelos y se conformó el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores, que en 1923 volvió público el Manifiesto:

El arte del pueblo de México es la manifestación espiritual más grande y más sana del mundo y su tradición indígena es la mejor de todas... Repudiamos la pintura llamada de caballete y todo el arte de cenáculo ultra-intelectual por aristocrático y exaltamos las manifestaciones de arte monumental por ser de utilidad pública. Proclamamos que toda manifestación estética ajena o contraria al sentimiento popular es burguesa y debe desaparecer porque contribuye a pervertir el gusto de nuestra raza, ya casi completamente pervertido en las ciudades.[4]

Durante las décadas de 1920 y 1930 se constituyeron los organismos enlistados a continuación:

-       Misiones culturales y maestros rurales

-       Campaña de alfabetización masiva

-       Departamentos: Escolar, de Bellas Artes y de Bibliotecas y Archivos

-       Escuelas nocturnas

-       Formación de obreros calificados

-       Inauguración de dos mil bibliotecas

-       Tirajes masivos de libros de literatura clásica

-       Departamento de Antropología, antecesor del INAH (fundado por Lázaro Cárdenas en 1938)

-       Consejo Nacional de Educación Superior y de la Investigación Científica

-       Consejo Técnico de Educación Agrícola

-       Instituto Nacional de Psicopedagogía

-       Cárdenas convirtió el Castillo de Chapultepec en el Museo Nacional de Historia

-       Instituto Politécnico Nacional

-       Casa de España en México (luego se convierte en El Colegio de México)

Se puede apreciar que la principal atención siguió estando en torno a la educación, particularmente para la población rural. Asegura Mary Kay Vaughn que “la escuela se convirtió en un campo de batalla de negociaciones intensas... En el proceso, algunas comunidades crearon un espacio para conservar sus respectivas identidades culturales locales, mientras que el Estado central logró alimentar un nacionalismo inclusivo, multiétnico y popular basado en su declarado compromiso con la justicia social y el desarrollo”.[5] De esta manera, la cultura popular se convirtió en uno de los principales motores del desarrollo de la política pública, dejando atrás el arte culto.[6]

Las instituciones de educación superior se concentraron en el Distrito Federal y más adelante en las principales ciudades del país. Las ciudades de México y Guadalajara aglutinaban la producción, circulación y consumo de la cultura nacional.

Varios artistas (José Clemente Orozco, David Alfaro Sequeiros, Diego Rivera, Roberto Montenegro, Jorge González Camarena, entre otros) se pusieron al servicio del Estado y realizaron obras monumentales: los murales en diversos espacios públicos, desde instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Palacio de Bellas Artes, hasta espacios de uso público cotidiano como los edificios del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la Secretaría de Educación Pública (SEP), y diversos mercados. También literatos, músicos, dramaturgos y otros artistas se sumaron al proyecto modernizador de la Revolución Mexicana. El nacionalismo se expresó así en la educación cívica y moral de las mayorías, ya que los artistas eran servidores públicos y sus pinturas tenían un cargado matiz de transmitir los valores de la nación y el proyecto revolucionario.

En 1934, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, se reformó el artículo 73 constitucional, que establece que el Congreso tiene la facultad:

XXV. Para establecer, organizar y sostener en toda la República escuelas rurales elementales, superiores, secundarias y profesionales; de investigación científica, de bellas artes y de enseñanza técnica, escuelas prácticas de agricultura y de minería, de artes y oficios, museos, bibliotecas, observatorios y demás instituciones concernientes a la cultura general de los trabajadores de la nación y legislar en todo lo que se refiere a dichas instituciones...[7]

 

En concordancia con lo arriba citado, en la segunda etapa, a partir de la década de los cuarenta y hasta finales de los sesenta del siglo XX, “se impulsa el fomento cultural dirigido hacia y por las instituciones corporativizadas... En los sindicatos, comunidades agrarias, en las instalaciones del Seguro Social, surgen centros sociales, casas del pueblo, centros de cultura para los trabajadores y los campesinos o para el sector popular”.[8] Estas formas de promoción de la cultura llevaban el fin de constituir “una base popular entre obreros y campesinos”.[9]

Se constituyó el corporativismo al tiempo que se consolidaban las identidades regionales con la reinvención de la cultura popular.[10] Con la intención de promover industrias culturales[11] cuya elaboración y reproducción se entrelazara con expresiones culturales locales y cuya inserción en el mercado significara un sustento para los productores, surgieron los ballets folklóricos, los talleres de manualidades y las escuelas de costura, entre otras actividades.

Durante esta etapa, que fue de un marcado desarrollo industrial, debe señalarse la importancia de la creación de instituciones culturales que acompañaron el crecimiento económico del país (cuadro 2).

Cuadro 2

1943

El Colegio Nacional, para la divulgación del saber científico y humanístico.

1946

Instituto Nacional de Bellas Artes, que aglutina el Departamento de Bellas Artes, el Palacio de Bellas Artes, los centros populares de Iniciación Artística, las escuelas de pintura y teatro y el Conservatorio Nacional.

1948

Instituto Nacional Indigenista (INI), para integrar a los indios al desarrollo, intensa campaña de castellanización y lo que se llamó “aculturación”.[12]

1959

Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos.

1960

Subsecretaría de Asuntos Culturales.

1963-1965

Museos: Antropología, Historia Natural, de la Ciudad de México, Galería de Historia (anexo Castillo Chapultepec), Arte Moderno, de las Culturas, Museo de San Carlos (en el Palacio Buenavista).

Fuente: Luis Felipe Crespo Oviedo, “Políticas culturales. Viejas tareas, nuevos paradigmas”, en Memoria. Revista mensual de política y cultura, 158, abril 2002. www.memoria.com.mx/158/Crespo.htm  (enero 3, 2006) y Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), “Desarrollo histórico de la política gubernamental”, en Sistema Nacional de Cultura. Informe de México, www.campus-oei.org/cultura/mexico/c2.htm (enero 3, de 2006).

 

Paulatinamente el nacionalismo se fue convirtiendo en un cosmopolitismo: la movilidad social y espacial, el desarrollo educativo y el crecimiento económico son todos factores que fomentaron este proceso.[13] Mientras que la industria, el conocimiento y las artes se aglutinaron en las principales ciudades del país, en las zonas rurales se gestaron diversos modos de resistencia y negociación sobre el modo en que llegaría el “progreso” a sus regiones.

La noción de modernización dejó de estar precedida por el nacionalismo para emprender un camino propio. A partir de la década de los sesenta y hasta los años ochenta del siglo pasado, ya no imperaba la idea de unidad nacional, sino la de llevar a México rumbo a la modernidad. De manera que las funciones de las instituciones culturales se transformaron significativamente: Bellas Artes llevaba la consigna de promover exposiciones sobre creaciones universales; asimismo, se generaron diversos espacios autónomos para la cultura que la descontextualizaron y aislaron: ya no eran parte de la vida cotidiana sino que se habían creado espacios particulares, especiales para el arte y la difusión cultural. A continuación unos ejemplos:

-       El edificio del Centro Cultural de la UNAM (CCU)

-       El INBA construyó la Unidad Artística y Cultural del Bosque

-       Se creó la Pinacoteca Virreinal

-       En 1968 se fundó la Academia de las Artes.[14]

En 1978, durante el gobierno de López Portillo, se reformó el apartado VIII del artículo 3º de la Constitución:

VIII. Las universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la ley otorgue autonomía, tendrán facultad y responsabilidad de gobernarse a sí mismas, realizarán sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los principios de este artículo, respetando la libertad de cátedra e investigación y de libre examen y discusión de las ideas; determinando sus planes y administrando su patrimonio...[15]

 

Este es otro lugar donde aparece la palabra cultura en la Constitución. Como ya se ha podido apreciar, y como se ha mencionado en el apartado sobre “Definición”, no existe una clara delimitación de lo que significa el concepto de cultura desde el punto de vista oficial. De manera que ha aparecido de acuerdo con la concepción de la época en diferentes contextos y de manera ambigua. Las citas a la Constitución pretenden ilustrar esta visión fragmentada y mostrar el pensamiento general de la época respecto a la cultura.

 

Cultura y sociedad como entes separados

Fue en este período en que cultura y educación comenzaron a desligarse –sólo hasta el 7 de diciembre de 1988 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) se convirtió un órgano desconcentrado. Debe observarse con detenimiento una serie de cambios en la estructura social como “la aceptación de un conjunto de mitos y costumbres internacionales, la nivelación cultural que deriva del crecimiento de la enseñanza superior y de la presencia de los medios masivos, la adopción de valores de la productividad..., la incorporación creciente de las mujeres a la economía (que recompone la familia)”.[16] Es de suma importancia señalar la incorporación de los medios masivos de comunicación porque tendrán una influencia sin precedentes tanto en la vida cotidiana de los individuos como en la agenda sobre las políticas culturales del país.

A partir de los años ochenta del siglo XX, “la cultura se convierte en un negocio rentable, tanto para el Estado como para particulares”. Se estableció un sistema de becas para creadores, surgieron festivales como El Cervantino y el del Centro Histórico de la Ciudad de México, los conciertos masivos en las plazas públicas. A la vez, el sector privado se organizó rápidamente y se constituyeron las disqueras, las organizadoras de espectáculos populares y las televisoras.[17]

En esa época también se privilegiaron los discursos sobre la pluralidad y la diversidad, y con ellos apareció, por ejemplo, la educación bilingüe y bicultural. Para llevar a cabo este nuevo proyecto educativo se imprimieron libros de texto en lenguas indígenas y se capacitó a maestros bilingües. En 1992 se modificó el artículo cuarto de la Constitución Política: “La nación mexicana tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que habitaban el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas”.[18]

 

Videocultura y postnacionalismo

Durante los años ochenta, los medios de comunicación masiva iniciaron una campaña que privilegiaba lo privado sobre lo público o, tal vez, en palabras de García Canclini: la “videocultura”. Se trata de un proceso por el cual los ciudadanos ponen más atención a lo que dicen los medios que a los mensajes de los gobiernos sobre los asuntos públicos. Esto no quiere decir que se esté sustituyendo la función del Estado por la televisión (u otros medios). Como lo explica García Canclini, lo que sucede es que los medios de comunicación asumen:

-       “su enorme poder tecnológico y económico para comunicarse con la mayoría de la población, entretejer la cotidianidad local con redes de información y diversión nacionales y globales;

-       la declinación de los organismos estatales y la baja capacidad de los agrupamientos de la sociedad para asumir esas funciones de comunicación a gran escala, y aún para comprender la dinámica y el valor sociocultural de esas redes comunicativas; y,

-       las presiones mercantiles derivadas de las altas inversiones requeridas para producir en forma industrial y comunicar masivamente radio, televisión, cine e informática”.[19]

Tras recorrer la idea de monumento reemplazada por los carteles espectaculares que anuncian sin cesar, las campañas electorales y las encuestas de opinión que opacan el día mismo de las elecciones, García Canclini ofrece una salida a esta maraña de poderes –que se disputa entre los medios masivos de comunicación y los gobernantes-, y de espacios –el privado, el público y el público virtual-: la reconstitución de “poderes públicos, como los que tradicionalmente desempeñaron la familia, el Estado-nación y el orden urbano, que disciplinen los impulsos meramente individualistas o mercantiles”.[20]

En los noventas, se esparció de manera generalizada “el rechazo de los panoramas unificadores y el gusto por la fragmentación... una exaltación del localismo... una dificultad para concertar acciones políticas... desconfianza a la política... idea omnipotente del fracaso de la nación oficial”.[21] A esto, Carlos Monsiváis lo denomina “postnacionalismo”. Todas estas preocupaciones sociales e ideas fragmentarias tuvieron su origen en procesos de mucha complejidad que tienen que ver con un giro en la percepción del mundo a partir de la caída del muro de Berlín y la desaparición de los grandes relatos para explicar al mundo, pero estuvieron también influenciados por el proceso de retiro del discurso nacionalista, en el caso mexicano, para explicar la vida social. Las preocupaciones sociales dejaron de encontrar un espacio de expresión en las instituciones públicas. Este tema en particular requiere de un análisis muy detallado dada su importancia para la comprensión de la sociedad actual. Sin embargo, este no es el espacio para agotar la discusión al respecto.[22]

Estos procesos tuvieron (y tienen) su repercusión en las transformaciones en el ámbito de la política cultural: como se mencionó anteriormente, en 1988 el CONACULTA pasó a ser un órgano desconcentrado (ver cuadro 3), pero que al mismo tiempo le quitó autonomía al INAH y al INBA. Con el surgimiento del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) se superpusieron algunas de las funciones del INBA por este nuevo organismo, llevando a una destrucción paulatina de las instituciones culturales. Hubo un primer intento de modificar la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos. Estos procesos serán vistos con mayor detalle en apartados posteriores ya que tienen que ver con la política actual y están sujetos a debate.

 Cuadro 3

Subsecretaría de Cultura (Funciones hasta 1988)

CONACULTA (Funciones a partir de 1989)

-    Planear y dirigir el funcionamiento de los órganos que le están adscritos.

-    Organizar y dirigir publicaciones, bibliotecas, derecho de autor, promoción cultural, culturas populares, televisión educativa, divulgación y el programa cultural de las fronteras.

-    Promover el estudio y desarrollo de las culturas populares.

-    Organizar actividades culturales para educandos, jóvenes y profesores.

-    Promover y difundir actividades culturales para los distintos sectores de la población.

-    Coordinar la operación del INBA, el INAH, Radio Educación y demás órganos del área.

-    Formular los proyectos de leyes, reglamentos, decretos, acuerdos y órdenes en asuntos culturales.

-    Promover y difundir la cultura y las artes.

-    Ejercer las atribuciones de la SEP en promoción y difusión de las artes.

-    Coordinar las unidades administrativas pertinentes.

-    Dar congruencia al funcionamiento del subsector cultura.

-    Organizar la educación artística, las bibliotecas públicas y los museos; así como eventos de carácter cultural.

-    Establecer criterios culturales en la producción de cine, radio, televisión y editorial.

-    Fomentar las relaciones culturales y artísticas con otros países, en coordinación con la Secretaría de Relaciones Exteriores.

-    Coordinar las tareas referentes a las lenguas y culturas indígenas y promover las tradiciones y el arte popular.

-    Promover la política editorial del subsector y proponer directrices sobre publicaciones y programas educativos y culturales para TV.

Tomado de: Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), “Desarrollo histórico de la política gubernamental”, en Sistema Nacional de Cultura. Informe de México, www.campus-oei.org/cultura/mexico/c2.htm (enero 3, de 2006).

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[1] Tal vez, a partir de la independencia, éste ha sido siempre el asunto central en la definición de lo mexicano, sin embargo, su contenido ha sido diferente y se ha ido transformando a lo largo de la historia.

[2] Luis Felipe Crespo Oviedo, “Políticas culturales. Viejas tareas, nuevos paradigmas”, en Memoria. Revista mensual de política y cultura, 158, abril de 2002. www.memoria.com.mx/158/Crespo.htm  (enero 3, 2006).

[3] Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículo 3º.

[4] Nivón, Op. cit., 4.

[5] Mary KayVaughn, La política cultural en la Revolución: maestros, campesinos y escuelas en México, 1930-1940, FCE, México, 2001, 19.

[6] Para una discusión sobre cultura popular en México consultar, Néstor García Canclini, Las culturas populares en el capitalismo, Nueva Imagen, México, 1983; Ricardo Pérez Monfort, Avatares del nacionalismo cultural. Cinco ensayos, CIESAS/CIDHEM, México, 2000.

[7] Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículo 73.

[8] Crespo Oviedo, Op. cit., 4.

[9] Vaughn, Op. cit., 15.

[10] Carlos Monsiváis, “Muerte y resurrección del nacionalismo mexicano”, Revista Nexos, 109, México, 1987, 13-22.

[11] El término industria cultural se utiliza aquí en la acepción de Theodor Adorno y Max Horkheimer, que lo acuñaron para definir la producción cultural masiva, diferenciada de la noción de cultura de masas, en la Alemania nazi. En el contexto mexicano se tradujo en la intervención estatal sobre la producción artística para difundir la ideología de la revolución y para que la circulación de los productos culturales llegara a todos los sectores. Así también, el arte culto dejó de ser hegemónico y se revaloró la cultura popular. Para el concepto de industria cultural: Max Horkheimer y Theodor Adorno, “La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas”, en Dialéctica del Iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1988, consulta en línea: www.nombrefalso.com.ar/apunte.php?id=5 (enero 27, 2006).

[12] La discusión respecto a los asuntos indígenas y el INI se encuentran en la ficha técnica sobre la Comisión de Asuntos Indígenas elaborada por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (la información podrá ser consultada en www.cddhcu.gob.mx/cesop/ próximamente).

[13] Monsiváis, Op. cit.

[14] Crespo Oviedo, Op. cit.

[15] Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículo 3º.

[16] Monsiváis, Op. cit.

[17] Luis Felipe Crespo Oviedo, Op. cit.

[18] Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Artículo 4º, reforma de 1992.

[19] Néstor García Canclini, “La reinvención de lo público en la videocultura urbana”, en García Canclini (coord.) Reabrir espacios públicos. Políticas culturales y ciudadanía. UAM-I/Plaza y Valdés, México, 2004.

[20] Idem.

[21] Carlos Monsiváis, Op. cit.

[22] Para un visión más clara al respecto consultar: Néstor García Canclini, Latinoamericanos buscando lugar en este siglo, Paidos, México, 2001.

[Citar como] Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, "Antecedentes", en Cultura [Actualización: 7 de marzo de 2006], en www.diputados.gob.mx/cesop/