Cultura

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Definición

El término cultura ha sido explorado de manera exhaustiva por la antropología social. Solamente para citar un ejemplo, entre 1871 y 1950 Clyde Kluckhohn detectó más de ciento sesenta definiciones de cultura.[1] Han pasado 55 años en los que seguramente han aparecido muchas más.[2] Lo que jamás se ha puesto en duda es que la cultura es algo que se comparte, de manera que está relacionada con la vida colectiva.

En un principio, el término cultura apareció para oponer la creación humana a la naturaleza, es decir que se trata del modo total de vivir de un grupo humano determinado. Más tarde, en el siglo XIX, la antropología la tomó para hacer notar las diferencias entre los distintos grupos humanos y validar los diversos modos de vida existentes. Si bien en la actualidad incluso estos conceptos están sujetos a debate, este documento parte del consenso generalizado sobre su veracidad.

Néstor García Canclini la define como “el conjunto de procesos donde se elabora la significación de las estructuras sociales, se la reproduce y transforma mediante operaciones simbólicas”.[3] Para explorar el campo de las políticas públicas en el México contemporáneo, sin embargo, no es suficiente reconocer que cada grupo humano tiene su propia cultura, como lo hacen el Estado mexicano y la política internacional. Es preciso definir el concepto de política cultural, el cual contempla la toma de decisiones desde el Estado sobre el patrimonio[4], el estímulo a la creatividad artística y la difusión del arte y la cultura. Asimismo, está sujeto a mecanismos de planificación, desarrollo y evaluación.[5] Es decir que aún cuando desde la concepción de las ciencias sociales y las humanidades la cultura lo abarca todo, al hablar de cultura en términos de política se está hablando de la parte de la cultura que puede estar sujeta a legislación e institucionalización.

Según Mary Kay Vaughn, el diseño de políticas culturales es un proceso de articulación y disputa entre diferentes actores sociales. Este postulado contempla que la política y lo público no se reducen al gobierno.[6] Germán Rey agrega que las políticas culturales deben impulsar la diversidad, tener una estrecha relación entre cultura y equidad, así como fomentar su importancia en los procesos de desarrollo económico y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.[7] Además, debe entenderse la política cultural como proyecto de Estado y no como un proyecto temporal de gobierno.[8]

En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos no existe hasta el momento una definición de cultura. En la mayoría de los artículos se ocupa el término en su versión amplia y de manera ambigua, en ocasiones para identificar a las llamadas “minorías étnicas”,[9] en otras ocasiones se la utiliza para denominar la llamada alta cultura y en otras más, el término cultura en la Constitución se refiere a la cultura popular.

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) tampoco ofrece una definición en sus documentos ni en su sitio de Internet. Pero también lo maneja de manera ambigua ya que comprende desde lo que llama “actividades culturales” -bibliotecas, salas de lectura, librerías, museos, teatros, cines, casas de cultura y centros culturales; industrias culturales o industrias creativas (estaciones de radio y televisión, teléfonos y computadoras) y artesanías. Además, involucra lo que se llama patrimonio inmueble –monumentos históricos, sitios arqueológicos- y lo relativo a la diversidad cultural y etnolingüística.[10] Esta diversidad de formas de entender la cultura tiene que ver con la coyuntura y la historia mexicana.[11]

Eduardo Nivón sostiene que no puede dejar de mirarse el “entorno globalizador” a la hora de analizar el diseño de políticas públicas, es decir, los tratados internacionales de libre comercio, el poder de la iniciativa privada y las resistencias a este proyecto desde las economías locales.[12] Lourdes Arizpe agrega que no se puede perder de vista “el poder de definir e imponer significados acerca de cómo vemos el mundo” que se concentra, actualmente, en las grandes industrias culturales transnacionales.[13]

Existen diversas miradas sobre el mismo concepto:

1.       La visión histórica: “la política cultural nace de los intercambios, procesos de subordinación o resistencia entre arte y política desde que los dos fueron actividades separadas. En su contacto, la política intentaba otorgarle sentidos particulares a la producción artística o al arte y orientar su desarrollo; éste a su vez juzgaba a la política, la legitimaba o criticaba”.[14] En México, el caso concreto fue el período post revolucionario; los artistas se pusieron al servicio del Estado (ver apartado sobre Antecedentes).

2.       Cultura y desarrollo: las primeras discusiones al respecto se dieron en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) durante la década de 1960. El debate al respecto nació en el período de la posguerra. Es importante resaltar esto porque el contexto en Europa –la experiencia de la Alemania nazi y el comunismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviétivas (URSS)- propició la idea de democratizar la cultura. Los países miembros de la UNESCO fomentaron el debate partiendo de la experiencia de la cultura como método de control sobre la población.[15] Esta visión sostiene la autonomía del desarrollo de la cultura para mejorar la condición de vida de las sociedades humanas y respetar la diversidad cultural. A partir de ese momento se incluyeron las expresiones populares de la cultura que, lejos de desaparecer en el entorno globalizador, se reavivaron como modos de resistencia al cambio exterior. Néstor García Canclini definió el término cultura como “el conjunto de intervenciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles, y los grupos comunitarios organizados a fin de orientar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales y obtener consenso para un tipo de orden o transformación social”.[16] Es importante notar que esta definición incluye todas las esferas del ámbito público, pero una política pública no siempre considera todos los procesos sociales.

3.      La perspectiva institucional: esta visión considera al Estado como el principal actor en la definición de la política cultural, es “quien integra y combina las múltiples acciones provenientes de ámbitos muy distintos”.[17] Este modo de contemplar la política cultural acota la definición debido a que reduce el campo a lo considerado desde el punto de vista institucional. Aún cuando no se resta importancia a los actores sociales, es preciso reconocer que no siempre son partícipes de la construcción de las políticas.

4.      Las políticas culturales como políticas públicas: a través de una negociación con la sociedad y una discusión institucionalizada, “el Estado impone un tratamiento público a aquello que llama ‘cultura’, desde el libro hasta el graffiti, así sea a través de apoyo financiero o de represión”. De esta manera se logra integrar, jerarquizar u ordenar al conjunto “heterogéneo de actores, discursos, presupuestos y prácticas administrativas”.[18]

Actualmente, varios especialistas en la materia ponen énfasis en el auge de las industrias culturales. El hecho de que hoy en día la producción, circulación y consumo de cine, video, teatro, música, libros y revistas, entre otros, estén mediados por grandes empresas mercantiles vuelve complejo el panorama cultural de la región latinoamericana. Por un lado, existe una diversificación de la oferta y la demanda, y una aceleración en la circulación de la producción, que está restringida a un sector determinado de la población.[19] Por otro lado, existe una enorme porción de los habitantes que queda excluida: desde los pequeños productores que encuentran reducidos espacios para sus productos y las empresas de circulación alternativa, hasta los consumidores que no se ajustan a las reglas del mercado global.

En cuanto al patrimonio, de manera paralela a la cultura, los sitios arqueológicos, los museos, los monumentos se sujetan más al concurso en el mercado. La inversión de recursos privados nacionales e internacionales y su inclusión en el turismo son tendencias que aparecieron en fechas recientes y van en aumento.

De acuerdo con los expertos en cultura y con las recomendaciones de los informes de la UNESCO el principal reto para las políticas públicas es cómo volver a la cultura no un producto del mercado sino un sujeto de desarrollo.[20]  Aparentemente se ha abierto la discusión a los diferentes sectores de la población, y la participación en la toma de decisiones a una diversidad de actores. Puede haber muchas maneras de evaluar este supuesto, pero es preciso que se tomen en cuenta tanto la dimensión de costo-beneficio como la dimensión subjetiva.[21]

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[1] Clyde Klockhohn, Antropología, FCE, México, 1957.

[2] Algunos textos que pueden ser consultados para una revisión extensa sobre el concepto de cultura son: Néstor García Canclini, Diferentes, desiguales y desconectados, Gedisa, México, 2002; Clifford Geertz, La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona, 2000; Claude Levi-Strauss, “Naturaleza y cultura”, en Las estructuras elementales del parentesco, Paidós, Barcelona, 1991; Raymond Williams, Culture and Society, Columbia University Press, Nueva York, 1958; George Yúdice, “Redes de gestión social y cultural en tiempos de globalización”, en Daniel Mato, Maritza Montero y Emmanuel Amodio (coords.), América Latina en tiempos de globalización: procesos culturales y transformaciones sociopolíticas, UNESCO/ALAS/UCV, Caracas, 1996, 95. 

[3] Néstor García Canclini, “Introducción. Políticas culturales y crisis de desarrollo: un balance latinoamericano”, en Néstor García Canclini, (coord.), Políticas culturales en América Latina, Grijalbo, México, 1989, 25.

[4] Se pueden identificar dos modos de contemplar el patrimonio; como “inventario monumental” o como “un proceso de incorporación de las creaciones culturales y las vicisitudes más corrientes de las comunidades”, es decir, se trata de un proceso a través del cual la memoria se actualiza y persiste.  Germán Rey, “Diversidad, desarrollo y equidad. Modos de ser, maneras de soñar: retos para una agenda de políticas públicas de las Américas, especializada en cultura”, www.mincultura.gov.co/despachoMinistro/diversidadculturalespanol.doc  (enero 4, 2006).

[5] Eduardo Nivón, “Políticas culturales en el tránsito de dos siglos”, texto inédito.

[6] Mary Kay Vaughn, La política cultural en la Revolución: maestros, campesinos y escuelas en México, 1930-1940, FCE, México, 2001, 14.

[7] Rey, Idem.

[8] Juan Luis Mejía, “Teoría cultural”, en Fabio Rincón Cardona (ed.), Gestión cultural, Artes Gráficas Tizán, Manizales, Colombia, 1998, 39-56.

[9] Para una discusión al respecto consultar, Arturo Warman, Los indios mexicanos en el nuevo milenio, FCE, México, 2003 y Rodolfo Stavenhagen, “Los conflictos étnicos y sus repercusiones en la sociedad internacional”, RICS, Vol. XLIII, núm. 1, 1991, http://www.unesco.org/issj/rics157/stavenhagenspa.html#rsta (enero 26, 2006).

[10] A este último concepto sobre la diversidad se le presta especial atención porque tiene que ver con la aparición del concepto de “pluriculturalidad” en el artículo 4º de la Constitución en el año 1992, a partir de la Ley Indígena, en 2001, pasó al artículo 2º.

[11] Para un recorrido por la historia mexicana en relación con la política cultural consultar el apartado sobre “Antecedentes”. Para un debate sobre la coyuntura en materia de cultura ver  “Políticas y gestión” y “Temas relevantes sobre cultura en la agenda nacional”.

[12] Eduardo Nivón,“Malestar en la cultura. Conflictos en la política cultural mexicana reciente”, en Pensar Iberoamérica. Revista de Cultura, núm. 7, México, septiembre-diciembre de 2004, en www.campus-oei.org/pensariberoamerica/ric07a01.htm (enero 4, 2006), Consultar también, Yúdice, Op. cit.

[13] Lourdes Arizpe y Guiomar Alonso, “Cultura, comercio y globalización”, en Daniel Mato (coord.), Estudios latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización-2, UNESCO/CLACSO, Caracas, Buenos Aires, 2001, 27.

[14] Eduardo Nivón, “Políticas Culturales en el tránsito de dos siglos”, texto inédito.

[15] Varios autores, Sueños e identidades. Una aportación al debate sobre cultura y desarrollo en Europa, Interarts/Península, Barcelona, 1999, 31.

[16] Citado en Nivón, Ibid.

[17] Nivón, Idem.

[18] Nivón, Idem.

[19] No hay espacio aquí para citar los múltiples ejemplos cotidianos sobre el acceso, la oferta, las brechas tecnológicas, entre muchos otros elementos de exclusión que son una realidad ampliamente explorada por la historia cultural y la antropología social, entre otras disciplinas.

[20] El contexto de la discusión en la actualidad se relaciona con la firma de tratados de libre comercio, que incluyen a la cultura para la competencia en el mercado como cualquier otro producto comercial. En respuesta y como oposición a ello, se encuentran los convenios y tratados internacionales que intentan dedicar un lugar especial a la cultura en el mercado, para un análisis al respecto ver “Tratados y acuerdos internacionales”. Respecto a la relación entre cultura y desarrollo se puede consultar José Joaquín Brunner, América Latina: Cultura y modernidad, CONACULTA-Grijalbo, México, 1992; Arizpe y Alonso, Op. cit., 25-41; Daniel Mato, Maritza Montero y Emanuele Amodio (coords.), América Latina en tiempos de globalización: procesos culturales y transformaciones sociopolíticas, UNESCO/ALAS/UCV, Caracas, 1996; Néstor García Canclini, (coord.), Iberoamérica 2002. Diagnóstico y propuestas para un desarrollo compartido, Santillana-OEI, México, 2002; Varios autores, Sueños e identidades. Una aportación al debate sobre Cultura y Desarrollo en Europa, INTERATRS/Península, Barcelona, 1999, Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, Informe mundial sobre cultura. Diversidad cultura, conflicto y pluralismo, UNESCO, 2000, Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, Informe mundial sobre cultura. Nuestra diversidad creativa, UNESCO, 1996.

[21] En Chile se llevó a cabo una evaluación, bajo la dirección de Norbert Lechner y con el financiamiento del Programa Nacional de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a través de una amplia encuesta a diversos sectores de la población sobre diferentes asuntos de interés público. Se hicieron preguntas como “¿Pensando en el desarrollo económico del Chile actual, usted se siente ganador o perdedor?”, entre muchas otras. Si bien el tema es muy complejo, los resultados de la encuesta fueron asombrosos en el sentido de que las cifras no necesariamente coincidían con el ascenso o descenso social de los individuos. Para un análisis más extenso al respecto consultar Norbert Lechner, “La política del desarrollo como un desafío cultural”, en www.desarrollohumano.cl/extencion/lech.pdf (enero 5, 2006).

[Citar como] Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, "Definición", en Cultura [Actualización: 20 de febrero de 2006], en www.diputados.gob.mx/cesop/