Grupos vulnerables

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Antecedentes

La asistencia social dirigida a los grupos vulnerables representa una de las formas de relación entre individuos basada en la ayuda mutua. La asistencia, además de su perfil ético, es identificada como parte de las responsabilidades del Estado moderno ante la pobreza y la exclusión social. La asistencia social se perfila entonces como la intervención pública destinada a brindar protección social a grupos vulnerables que no están cubiertos por sistemas de seguridad social, ni cuentan con los ingresos suficientes que les permita enfrentar su condición de vulnerabilidad.

México ha venido realizando progresivos esfuerzos para asistir a esos grupos sociales en cuanto a necesidades básicas[1]. La introducción de políticas públicas de tipo asistencial tiene origen, al igual que en Europa, en la aceptación de la igualdad legal y la preservación de libertades y derechos individuales[2] .

Las primeras acciones gubernamentales tuvieron lugar durante la Reforma y el Porfiriato, primeramente con una limitada intervención del Estado, pero impulsada principalmente por una sociedad benevolente que inició el desplazamiento de la filantropía asociada a la caridad religiosa, hacia  una responsabilidad compartida con el del Estado y  algunas instituciones públicas. Como política, la asistencia, en tanto que beneficencia pública, consistía en socorrer, corregir y educar por medio de la ayuda proporcionada en hospicios, asilos y correccionales, previniendo los riesgos de orden social que representaba la pobreza masiva[3].

De la beneficencia a la asistencia social

Posteriormente como resultado de la Revolución Mexicana, el asistencialismo abandona el enfoque caritativo e inicia su construcción como responsabilidad colectiva. La atención de las necesidades básicas se postula como derechos. Así los rubros de educación, salud alimentación y vivienda se garantizaban constitucionalmente a todos. Se transita de la beneficencia a la  asistencia pública.[4]

Durante el desarrollo industrial en México, comenzó a restringirse la responsabilidad del Estado ante la pobreza. En este periodo de industrialización se consolidaron las instituciones asistenciales, marcando una fuerte división entre asistencia y seguridad social, ya que se suponía que, el crecimiento económico resolvería los problemas de pobreza.

La discusión sobre las responsabilidades públicas se resolvió con el fortalecimiento del Estado revolucionario, que priorizó la necesidad de una política más amplia e integral y con una participación estatal más activa. La intervención del Estado se concreta al finalizar 1937, con la creación de la Secretaría de Asistencia Pública. Con esta medida, el Estado mexicano reconoció que debía sustituirse el concepto de beneficencia por el de asistencia pública para proporcionar servicios de salud preventivos y curativos a los más pobres, como la ampliación de campañas sanitarias y de vacunación y, especialmente de atención materno- infantil.[5]

Las medidas de protección social tuvieron un fuerte impulso con el presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940), quien introdujo un cambio radical en la concepción de cómo la sociedad debía enfrentar las necesidades sociales. La asistencia pública buscaría extender sus beneficios a todo el país, además de vigilar la asistencia privada y así adecuarla a esta disposición. Cuando se registró la intervención estatal en el ámbito asistencial esta privilegió algunas necesidades y limitó la cobertura de los servicios asistenciales a ciertos grupos, ya que el papel del Estado era estimular las aptitudes de las personas y no atrofiarlas concediendo facilidades a los pobres, es decir, la beneficencia podía ser contraproducente.[6]

Durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) la selectividad se vio como una medida necesaria ante la escasez de recursos y como el medio para que estos llegaran sin desviaciones a los más pobres, asimismo privilegiaba a grupos vulnerables como las mujeres embarazadas y los niños. Como no había evaluación de programas, no se apreciaban los beneficios y tampoco a las personas beneficiadas, reduciendo la visión del gobierno con respecto a su responsabilidad y la realidad de la pobreza.[7]

El Primer Congreso Nacional de Asistencia Pública en 1943 impulsó la participación de la beneficencia privada y se planearon nuevas estrategias en la asistencia pública, se estableció que ambas debían sectorizarse y adquirir cierta temporalidad y dotarlas de una metodología para la elaboración de programas. En consecuencia, la asistencia adquirió un carácter fragmentario en el ámbito de las políticas sociales, concentrando sus acciones entre los grupos vulnerables más pobres, los desempleados, los campesinos y los desamparados. La atención materno infantil fue clasificada como prioritaria.

Esta visión segmentada de la política social incluyó el desarrollo de programas sociales que, por medio de la conformación selectiva de esquemas de atención, desvanecería el universo general de la asistencia a los pobres, seleccionando únicamente a grupos prioritarios como universo específico.

El impulso a la asistencia social

Junto con el enfoque sectorial y fragmentado de los programas asistenciales, otro de los elementos que obstaculizó la integración de las políticas sociales fue el desarrollo industrial del país. Esto se ilustra con la aseveración del presidente Miguel Alemán Valdés (1946-1952), quien opinaba no debía confundirse la justicia con la limosna. La primera se basaba en la industrialización, ya que quienes trabajaban tenían derecho a prestaciones de seguridad social y salud.

Al igual que su antecesor, Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) retomó las ideas sobre el desarrollo prevalecientes en la esfera internacional. Estas consideraban que el crecimiento industrial favorecía automáticamente a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Como se mencionó, la asistencia social  funcionaba bajo un esquema de atención selectivo dirigido a los más pobres, con cobertura restringida de beneficios y centrada fundamentalmente en la salud y alimentación básica dirigida a la protección de la infancia. Tomando en cuenta que la selectividad de la asistencia social se afianzó para obreros, profesores, burócratas y militares, esta misma discrecionalidad representó la exclusión de amplios sectores de la población que no contaron con ningún tipo de apoyo, especialmente en las zonas indígenas, rurales y las urbano-marginales[8]

Durante el gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964), se dio mayor importancia a la educación, tanto para resolver los problemas nacionales, como por el valor que las clases medias concedían a la educación como instrumento de movilidad social, esto explica tanto el interés del gobierno en los asuntos educativos y los conflictos magisteriales que caracterizaron la relación entre el Estado y la sociedad en ese periodo. Por ello impulsó una amplia cruzada a favor de la educación a la cual se integraron los apoyos asistenciales, asumiendo un carácter complementario y desarrollándose como una parte de la política educativa.[9]

En 1958 se formuló el “Plan Nacional de Once Años”, y en 1961 se creó el organismo más importante de asistencia social del gobierno federal, el Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI). Esta institución dirigió su atención a la protección de los menores, ofreciéndoles alimentación complementaria, servicios de salud y educación primaria. Conforme a este esquema, los desayunos escolares configuraron una estrategia suplementaria para el éxito escolar,  programa que operaba desde los años veinte. Aunque son innegables lo beneficios de una asistencia alimentaria (como el desayuno escolar) integrada a la salud y a la educación, estas ventajas se han visto contrarestadas por las condiciones de pobreza que se colocaron en un plano secundario. Para 1958 el 60 por ciento de los niños que asistían a la escuela recibían desayunos escolares. Cabe mencionar que esta situación prevalece hasta nuestros días, ya que se deja fuera de la asistencia alimentaria a un sector importante de la población infantil vulnerable, entre 0 y 4 años de edad.[10]

En 1968 se creó el Instituto Mexicano de Asistencia a la Niñez (IMAN), para brindar asistencia médica y educativa a la infancia. Se aprecia que durante la segunda mitad de la década de 1970, las asistencia social se mantuvo dirigida a la educación y a la salud pública, es decir, no estaba presente una concepción de política de salud que integrara acciones amplias a toda la población que, como se sabe, se restringían a las personas adscritas a la seguridad social (IMSS e ISSSTE).[11]

La asistencia social con un enfoque integral

Conforme se amplió la cobertura asistencial, se diversificaban las acciones sociales ya que los programas requerían retomar las medidas meramente asistenciales y motivar a los menos favorecidos a superar sus condiciones. En consecuencia el Estado transitó hacia el enfoque del desarrollo integral del individuo, la familia y la comunidad, así como la planificación familiar, el control de la natalidad, la asistencia jurídica, la educación preescolar, la literatura infantil y la asesoría psicológica, se integraron  a los programas asistenciales.

En esa multiplicidad de intenciones se dejó al INPI y al IMAN la atención dirigida a la infancia desvalida, a la vez que se promovía el desarrollo comunitario, complementándolo con acciones asistenciales de grupos voluntarios y de organizaciones de beneficencia. En 1976, el INPI se transformó en Instituto Mexicano para la Infancia y la Familia (IMPI). Durante la década de 1970 esta institución fue el pilar de la asistencia social en el país.

En 1977 a fin de optimizar y racionalizar los recursos ya existentes para la atención de la niñez, se fusionaron el IMPI y el IMAN dentro del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), con el propósito de ampliar y coordinar los programas públicos de asistencia a los menores y a las familias necesitadas en el territorio nacional. Por su parte, la beneficencia privada a través de fundaciones y asociaciones civiles, realizaban sus labores de asistencia.[12]

Por otra parte, desde la década de 1940, las esposas de presidentes, gobernadores y altos funcionarios públicos integraron grupos voluntarios que realizaron actividades significativas de asistencia, como la recaudación de fondos, actividades recreativas a los menores, entre otras. A partir de 1977 la participación de la primera dama adquirió un carácter institucional en la presidencia del patronato del DIF, que es la máxima autoridad del Sistema e integra a los titulares de algunas secretarías de Estado como vocales, lo cual posiciona a la primera dama como la presidenta.[13]

En 1982 mediante un decreto presidencial se asignó al DIF la responsabilidad de la asistencia social en México, en él se establece que el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, depende de la Secretaría de Salubridad y Asistencia. Esta estructura fue ratificada en la Ley General de Salud de 1984. Conforme se consolidó la política de salud, la asistencia a la población vulnerable perdió cierta importancia.

La infraestructura física y los recursos financieros y humanos del DIF eran insuficientes para atender la demanda, lo cual obligó a la institución a acotar su atención a los niños, mujeres, ancianos y minusválidos.

La institucionalización de la asistencia social

En la medida en que se aplicaron criterios selectivos se requirió de normatividad y legalidad para la elección de beneficiarios, programas y bienes asistenciales. Por lo tanto se emitieron leyes de asistencia social, reglamentos y estatutos para las asociaciones privadas, fundaciones y patronatos, que delimitan grupos de beneficiarios y tipos de beneficios. En 1986 se publicó la Ley sobre el Sistema Nacional de Asistencia Social, que define bases y modalidades de acceso de servicios de asistencia, y establece la concurrencia de la federación y de las entidades federativas, los beneficios y los beneficiarios en esta materia. Con este ordenamiento jurídico determinan los receptores de servicios de asistencia social, las normas técnicas y de vigilancia de la Ley.

En suma entre 1980 y 1990, la asistencia social transitó de la discrecionalidad a la institucionalización, de la centralización a la descentralización, pero conserva la selectividad, además de fomentar la labor asistencial entre las organizaciones no gubernamentales.

Política social asistencialismo

Al finalizar la década de los ochenta, se instrumentó una nueva estrategia de combate a la pobreza: El Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL). Este programa se orientó a la población más pobre, mediante acciones focalizadas. PRONASOL se organizó en tres vertientes: bienestar social, solidaridad para la producción y desarrollo regional.[14]

En cuanto al bienestar social, incluyó programas con orientación asistencial a los niños pobres, los cuales cubrían básicamente las necesidades de educación, salud y alimentación, se incluyeron también programas como el de “Mujeres en Solidaridad” y el “Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas”. Para PRONASOL los proyectos productivos y de desarrollo local fueron prioritarios. Se considera que este programa estableció una nueva relación Estado-sociedad y una infraestructura social que propició vías más directas para hacer llegar los recursos a los más pobres sin recurrir a las estructuras burocráticas gubernamentales. [15]

La crisis económica de 1994-1995 tuvo efectos negativos entre la mayoría de la población, ocasionando el aumento de la pobreza, por tal motivo el Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000 redefinió sus instrumentos de política social, primero con el programa de Alimentación y Nutrición Familiar, antecedente inmediato del programa de Educación, Salud y Alimentación (PROGRESA), que inició la coordinación de los esfuerzos nacionales para erradicar la pobreza extrema, que en 1996 se estimaba en 14 millones de personas.[16]

Esto es, a mediados de la década de 1990 queda establecido que el asistencialismo es un elemento constitutivo de la política social.

Entre los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006 se pretende que los individuos se desenvuelvan en condiciones equitativas, para que todos los mexicanos de mejoren su calidad de vida combatiendo la pobreza extrema. Por ello, se han establecido estrategias dirigidas a las mujeres que sufren violencia, a niños, niñas y adolescentes víctimas del maltrato, adultos mayores, migrantes y a personas con discapacidad, principalmente.

En 2003 se creó el Consejo Nacional para Prevenir La Discriminación, CONAPRED, creado por la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, aprobada el 29 de abril de 2003, y publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 11 de Junio del mismo año. El Consejo es la institución rectora para promover políticas y medidas tendientes a contribuir al desarrollo cultural y social y avanzar en la inclusión social y garantizar el derecho a la igualdad, que es el primero de los derechos fundamentales en la Constitución Federal

El Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012 El Desarrollo Humano Sustentable, como principio rector del Plan Nacional de Desarrollo asume que "el propósito del desarrollo consiste en crear una atmósfera en que todos puedan aumentar su capacidad y las oportunidades puedan ampliarse para las generaciones presentes y futuras".

Dentro del Eje tres de Igualdad de Oportunidades, el PND incluye a los pueblos indígenas; la igualdad entre mujeres y hombres, grupos vulnerables, y familia, niños y jóvenes.

En concreto la estrategia 12.3  considera: “Priorizar la atención de grupos vulnerables para prevenir la violación de sus derechos humanos. Modificar el enfoque de las políticas públicas para la defensa de los derechos humanos, superando la visión que pretende únicamente restituir el goce de los mismos, para privilegiar un enfoque preventivo de la violación de estos derechos. Esta nueva orientación resulta particularmente importante en el caso de miembros de grupos vulnerables como son los niños, los adultos mayores, los discapacitados, los enfermos y cualquier otro grupo social que, por sus características, se encuentre expuesto a la violación de sus derechos humanos.

El PND señala que Es obligación del Estado propiciar igualdad de oportunidades para todas las personas, y especialmente para quienes conforman los grupos más vulnerables de la sociedad, como los adultos mayores, niños y adolescentes en riesgo de calle, así como a las personas con discapacidad. La igualdad de oportunidades debe permitir tanto la superación como el desarrollo del nivel de vida de las personas y grupos más vulnerables. Estas oportunidades deben incluir el acceso a servicios de salud, educación y trabajo acorde con sus necesidades. La situación de estos grupos demanda acciones integrales que les permitan llevar una vida digna y con mejores posibilidades de bienestar.

El Objetivo en materia de grupos vulnerables es abatir la marginación y el rezago que enfrentan los grupos sociales vulnerables para proveer igualdad en las oportunidades que les permitan desarrollarse con independencia y plenitud. Con las siguientes estrategias:

marginación o que viven en condiciones de pobreza.

actividades productivas de relevancia para su comunidad.

culturales, con plenos derechos y con independencia.

Dar prioridad a las vertientes de apoyo alimentario y nutricional de los programas del gobierno con responsabilidades en esta materia.

LA COMISION DE ATENCIÓN A GRUPOS VULNERABLES

Los antecedentes de la Comisión de Atención a Grupos Vulnerables, se sitúan en la Comisión de Beneficencia instituida en 1934. El Predominio de una concepción asistencialista data de la primera mitad del siglo XX, y se manifiesta en las denominaciones que tuvieron las comisiones que se encargaban de la legislación relativa a la atención de los más pobres y de las personas con discapacidad:

·         Comisión de Beneficencia (Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, 1934)

 

·         Comisión de Atención y Apoyo a Discapacitados (El 24 de noviembre de 1994 durante la LVI Legislatura de la Cámara de Diputados )

 

·         Comisión de Atención a Grupos Vulnerables (3 de septiembre de 1999 LVII Legislatura )

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[1] Como ya se mencionó anteriormente, las necesidades consideradas básicas son alimentación, salud, educación y vivienda.

[2] Comisión Económica para América Latina, “Régimen de bienestar  y reforma social en México”, Santiago de Chile, 2004, 12.

[3] Gloria Guadarrama, Entre la caridad y el derecho. Un estudio sobre el agotamiento del modelo de asistencia social”, Colegio Mexiquense, México, 2001, 88-89.

[4] Idem.

[5] Ibid, 108.

[6] Santiago Zorrilla Arena, 50 años de política social en México de Lázaro Cárdenas a Miguel de la Madrid, México, 1988, 87.

[7] Ibid. 108.

[8] Carlos Barba Solano (2004), “Régimen de bienestar  y reforma social en México”, CEPAL, Santiago de Chile, Serie Políticas Sociales, Núm. 92, 26.

[9] Adolfo López Mateos, Informe que rinde al H. Congreso de la Unión el C. Presidente de la República, México, Secretaría de Gobernación, 1959-1964.

[10] Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, “Decreto de Creación”, en http://www.dif.gob.mx/dif/interior/marcojuridico/decreto.html (consulta noviembre 2005)

[11] Idem

[12] Zorrilla,. 50 años de política …, op. cit., 108.

[13] Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, Sistema Nacional de Asistencia Social, en http://www.dif.gob.mx/dif/interior/dif.html (consulta noviembre 2005).

[14] Guadarrama, Entre la caridad …, op. cit., 129-131.

[15] Rolando Cordera Campos, Leonardo Lomelí Vanegas, “La política social moderna: evolución y perspectivas. Resumen Ejecutivo y consideraciones finales”, Sedesol, cuadernos de desarrollo humano, núm. 26, 2005, 15-16.

[16] Idem.

[Citar como] Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, "Antecedentes", en Grupos Vulnerables [Actualización: 2 de julio 2009], en www.diputados.gob.mx/cesop/